Estuve a punto de elegir algunas películas que solamente he visto en YouTube, y finalmente prescindí de añadir esos títulos porque en algún sentido no he visto y menos todavía escuchado lo que realmente son esas películas. También han quedado afuera de mi lista películas que he amado como si fueran un amigo o una novia. Ya mismo me reprocho haber dejado afuera Pampa bárbara, El último montonero, Invasión, Breve cielo, Los hijos de Fierro, Bolivia, algunas de René Mugica, otras de Gustavo Fontán. Podría haber repetido nombres y sumar otras películas de Favio, Del Carril y Martel, y hubiera estado bien. Lo que sé muy bien es que el cine argentino de 1930 a 1960 cuenta con 40 películas que podrían estar acá; lo mismo diría con el período que se extiende entre 1960 y 1970. La macerada década de 1980 merece una reivindicación y un estudio, pues la crítica dominante de 1990 se dedicó a denostarla y hoy podemos establecer hipótesis de ese desdén que tal vez no fue, como se lo pensó, de índole estética. Lo que pasó desde Rapado en adelante en el cine argentino, más allá de tantos cuestionamientos atendibles y algunos verdaderamente necesarios, no deja de ser un motivo de discreta pero merecida alegría. Solamente la proclividad a menoscabar todo lo que se realiza en el suelo argentino conlleva a no prodigarle al cine nacional un juicio justo frente a la evidencia de su pluralidad y a su consistencia estética. No está todo bien, pero de ningún modo está todo mal. Lo que es inadmisible y se desprende del inicio del párrafo es la inexistencia en pleno siglo XXI de una cinemateca nacional. Esta lista, como tantas otras, sería muy distinta si existiese una institución semejante.