Pedro Insúa
Películas elegidas:
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61
2 votos
Muchachos de la ciudad
José A. Ferreyra, 1937
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56
7 votos
Edad difícil
Leopoldo Torres Ríos, 1956
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58
5 votos
Culpable
Hugo del Carril, 1960
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13
73 votos
Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…
Leonardo Favio, 1966
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59
4 votos
Alianza para el Progreso
Julio Ludueña, 1971
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13
73 votos
Los traidores
Raymundo Gleyzer, 1973
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51
12 votos
Las veredas de Saturno
Hugo Santiago, 1986
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26
41 votos
El acto en cuestión
Alejandro Agresti, 1993
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24
47 votos
La mujer sin cabeza
Lucrecia Martel, 2008
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62
1 votos
Hermia & Helena
Matías Piñeiro, 2016
Pensar el cine argentino implica reconocer la propia ignorancia. Ver hacia atrás y chocarse con todo lo que falta, los huecos, los agujeros que nos toca emparchar; no hay respuestas, solo una promesa eterna hacia el futuro. ¿Como vemos las películas?¿en qué condiciones las vemos? Lo errático se vuelve indistinguible de lo personal: ver películas argentinas en su formato original es una experiencia única, porque uno sabe, mientras sucede, que quizás no pueda repetirlo; que no puede llegar a su casa y hacer screenshots, o revisar una secuencia; las películas así se terminan pareciendo un poco a los sueños, de los cuales uno empieza a olvidarse al mismo tiempo que los recuerda. En nuestra memoria emocional los planos se agigantan, llegamos a recordar las escenas de otra manera, inventamos y olvidamos en un mismo movimiento. El pasado se nos presenta vivo, por oleadas, en cada proyección, en cada nuevo ripeo que emerge de entre las piedras; todo descubrimiento significa reorganizar el mapa, calibrar nuevamente lo que uno pensaba que conocía, barajar y dar de nuevo. Quizás eso sea lo realmente emocionante, o lo que a mí más me emociona; pensar hacia atrás en forma de pregunta, una carta abierta.