De las 10 que elegí voy a escribir de una película paradigmática para mi y que abre a distintas lecturas como es el film El último malón (Alcides Greca, 1917), con dirección de Alcides Greca.
La película es un western atípico, una isla desierta dentro del cine argentino. Una isla que no tiene un contorno definido; ya que con cada proyección encuentro nuevos territorios. El último malón es el primero de los largometrajes que se filmó por fuera de la ciudad de Buenos Aires. Su realizador Alcides Greca tenía su productora en la ciudad de Rosario. Fue rodada en el norte de la provincia de Santa Fe, en la ciudad de San Javier. Cuatro años antes de que Robert Flaherty estrenara Nanook, el esquimal el escritor Alcides Greca realizó en Santa Fe una película de largometraje en donde en muchos momentos diluye las fronteras entre documental y ficción. El 21 de abril de 1904, una rebelión de mocovíes perturbó el anodino pueblo de San Javier, al norte de la provincia de Santa Fe, Argentina. El resultado fue una masacre que hasta la fecha no se sabe a ciencia cierta la cantidad de muertos y heridos pero se supone que superó el centenar. 13 años después, un blanco nacido en San Javier, Alcides Greca, filma una película que es una crónica de los sucesos de aquel fatídico día. Con el tiempo se transformará en uno de los cinco largometrajes sobrevivientes del período mudo argentino. Cuidar las películas no es una cuestión nostálgica o fetichista, sino una forma de proteger la memoria. La memoria de aquella masacre se construyó a partir de esta película: El último malón. Hoy El último malón puede verse gracias a que en 1968 el Cineclub Rosario copió fotograma por fotograma en un método artesanal la película de un negativo de 35mm a 16mm. Podemos decir que el acervo audiovisual en la Argentina está en manos de personas que ponen la mejor de las voluntades para conservarlo (Cine Club Rosario, Fernando Martín Peña), pero por parte del estado es muy poco o nulo lo que se hace (rescato la conducción de Paula Félix-Didier en el Museo del Cine). Entonces lo que está en juego y en riesgo es la memoria de un país. El acervo cultural de todo un pueblo. Una película que mantuvo viva una memoria. La memoria de una masacre, de un acto de exterminio por parte del estado argentino. El archivo no es una cuestión del pasado sino del presente y el futuro. Qué guardaremos y cómo queremos ser mirados. De hecho todavía no tenemos una cinemateca nacional aunque la tengamos.
Me pidieron las 10 películas más importantes argentinas, o sea una tarea imposible. Me parece que al querer construir un canon uno termina retratándose a sí mismo. Es por eso que desconfío de los cánones institucionales. Son impersonales y puede que esté lleno de intenciones deshonestas. El canon es un autorretrato, una fotografía de sí mismo. Por otro lado en muchos casos cuando se elabora el canon siempre viene encabezado por unas disculpas ante un lector que no las pide. Disculpas por tal film o director que no fue incluido. Por otro lado me parece que el canon debe tener una perspectiva pedagógica de acompañar al espectador o lector por un recorrido en el que salga transformado. Por supuesto que la idea de canon es la de encerrar al mundo en un libro. El deseo de convertirse en Biblia, y en ese sentido hay que tener cuidado con las tendencias totalitarias. Intento no renunciar a una perspectiva crítica, además nadie escribe para el vacío sino para que alguien lo recupere y lo haga suyo. Entonces pienso esas 10 películas que más me obsesionan, me fascinan y que podrían estar en dicho listado. Pero dejo atrás un centenar de películas que amo y quiero con locura y que también podrían estar en ese lugar de privilegio.