Melina Terribili
Películas elegidas:
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7
96 votos
Juan, como si nada hubiera sucedido
Carlos Echeverría, 1987
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24
47 votos
La mujer sin cabeza
Lucrecia Martel, 2008
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14
71 votos
Las aguas bajan turbias
Hugo del Carril, 1952
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62
1 votos
Marquetalia
Laura Linares, 2020
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61
2 votos
Las cercanas
María Álvarez, 2021
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57
6 votos
Río Turbio
Tatiana Mazú González, 2020
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61
2 votos
Silvia
María Silvia Esteve, 2018
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61
2 votos
Julia y el zorro
Inés María Barrionuevo, 2018
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13
73 votos
Los traidores
Raymundo Gleyzer, 1973
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48
15 votos
Aniceto
Leonardo Favio, 2008
Todas son películas que de diferentes formas me motivan a seguir haciendo cine y enriquecen la mirada y el lenguaje de quien las mira, quedan en la memoria, se resignifican con el tiempo. Algunas por su abordaje original, su fuerte componente ideológico y político, y el momento histórico en que fueron hechas, como Juan, como si nada hubiese sucedido y Los traidores de Raymundo Gleyzer; otras, como Marquetalia de Laura Linares, por su audacia, su falta de condescendencia con lo políticamente correcto que se espera de este tipo de películas, su originalidad formal y su claridad política; Silvia, de Silvia de Esteve, por su brillante trabajo de montaje; Las cercanas, de María Álvarez, por el abordaje humano y fascinante de sus personajes, la profundidad de lo que narra detrás de la simpleza que registra la cámara; La mujer sin cabeza, por la marca indescriptible de Lucrecia Martel para narrar lo que no está dicho en palabras a partir de una construcción cinematográfica cargada de tensión y ambivalencia. En esta misma línea, Julia y el zorro, que además encuentra una forma profunda y original de narrar el duelo; Río Turbio por su propuesta formal, estética y cinematográfica de una historia social, personal y política que interpela en el presente el patriarcado dominante en un oficio tan antiguo como doloroso, como el de los mineros. Las aguas bajan turbias, porque es una obra maestra del cine argentino que narra una realidad social como es la de los trabajadores explotados en las cosechas, y la posibilidad de rebelarse ante la injusticia. Y Aniceto, por el deseo y la capacidad del director de reversionar su propia película 42 años después, poco tiempo antes de morir, desde su mirada y poética en esa etapa de su vida; por los bellísimos climas y emociones que transmite, la plástica de su imagen y la música.