Maximiliano Rodríguez
Películas elegidas:
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34
30 votos
Un lugar en el mundo
Adolfo Aristarain, 1992
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5
100 votos
Crónica de un niño solo
Leonardo Favio, 1965
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11
79 votos
Juan Moreira
Leonardo Favio, 1973
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31
34 votos
Bolivia
Israel Adrián Caetano, 2001
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25
45 votos
La patagonia rebelde
Héctor Olivera, 1974
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45
18 votos
Historias mínimas
Carlos Sorín, 2002
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60
3 votos
El último Elvis
Armando Bó II, 2012
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16
68 votos
Esperando la carroza
Alejandro Doria, 1985
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18
63 votos
Más allá del olvido
Hugo del Carril, 1956
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6
99 votos
La hora de los hornos
Fernando “Pino” Solanas, Octavio Getino, 1968
Mi selección de películas es puramente emocional, son obras que me impactaron y dejaron algo, que me emocionaron. Seguramente, también, lo temporal y contemporaneidad influyen en mi selección. Crecí en la época en la que se naturalizaba lo de “cine nacional no veo porque es malo, berreta”, sin embargo con el nuevo cine de los 90 y los estrenos que sí llegaban a los salas santiagueñas, pude desterrar ese mito en mí. Llegué tarde a cientos de clásicos, pero llegué.
Elijo como primera película la maravillosa Un lugar en el mundo (Adolfo Aristarain, 1992), ya que por temática, actuaciones, guion y clásica narrativa es el trabajo que más me ha llegado. De esas que veo una o dos veces por año para también reencontrarme con diálogos brillantes.
Las películas que siguen no tienen orden en particular, todas son memorables y dignas de estar en cualquier lista.
Creo que la obra de Leonardo Favio en conjunto es lo mejor que he visto, por eso dos de sus films aparecen en la lista. Crónica de un niño solo es una la obra que me hizo entender que el cine argentino podía contar una historia con estilo, usando planos, luces y sombras de manera maestra. Ya con el color de la mano, su Juan Moreira (Leonardo Favio, 1973) me maravilla al sumar el componente poético y de ensoñación, más la música inolvidable.
Bolivia (Adrián Caetano, 2001)… todavía tengo presente ese final en mi cabeza. Metiéndose en el micro clima de un bar, nos habla de una realidad enorme como la de la discriminación en Argentina.
Con La Patagonia rebelde (Héctor Olivera, 1974), que pude ver en pantalla grande en una función pública junto a Osvaldo Bayer, supe que nuestros cineastas podían hacer una gran película “basada en hechos reales” y, en este caso, en una tremenda investigación. Ideal para tratar de entender los resortes del poder como así también quienes los sostienen.
Carlos Sorín con sus Historias mínimas (2002) no solo me emocionó sino que además entretuvo desde el primer fotograma. Confieso que el hecho de tener santiagueños y santiagueñas actuando en esta película ambientada bien al sur del país, me genera amor y añoranza.
De las más arriesgadas en cuanto a sus temas y personaje principal, El último Elvis es una película que no deja de resonar en mi memoria. Familia y locura, identidad, comedia y tragedia, todo contado y filmado con excelencia.
Hablando de comedia, no hay con qué darle a Esperando la carroza (Alejandro Doria, 1985). Poco agregar a todo lo que se ha escrito sobre esta obra maestra/radiografía argentina. Imprescindible.
Tuve que elegir entre varias de Hugo del Carril y se me impuso por el tono, la narración y ese blanco y negro tremendo Más allá del olvido (Hugo del Carril 1956)’. Laura Hidalgo, bellísima, en una doble actuación fascinante.
Cierro con el documental La hora de los hornos (Fernando “Pino” Solanas y Octavio Getino, 1968), tan necesario aún hoy para tratar de comprender la realidad de los pueblos latinoamericanos y el argentino en particular. La compleja trama política de aquellos años que se sostiene en varios sentidos hoy.