Matías Piñeiro

Cineasta, Cinéfilo, Docente, Guionista, Programador
Matías Piñeiro (Buenos Aires, Argentina, 1982) es director de cine y profesor en Pratt Institute (Nueva York, EEUU) y Elías Querejeta Zine Eskola (San Sebastián, España). Ha escrito y dirigido ocho películas. Actualmente, trabaja en el largometraje Alguien en algún momento se acordará de nosotras, sobre la figura de la poeta griega Safo.

Esta lista es el registro de diez películas argentinas que tardé demasiado en ver. Es el punteo de unos encuentros fundamentales demorados, desviados, difíciles, de los que quiero dejar constancia acá para no olvidar las torpezas del camino andado y las virtudes de aquel por andar.

Algunos datos sobre los encuentros en cuestión:

Mujeres que trabajan (Manuel Romero, 1938). Me la recomendó un amigo que tenía razón. Solo la pude ver en YouTube. Comedia bola de enredos con Niní Marshall en la que dichas mujeres leen a Karl Marx, y donde el movimiento es constante.

No abras nunca esa puerta (Carlos Hugo Christensen, 1952). Me la mencionó un proyeccionista que me cae muy bien, que pone fotogramas de 35mm en redes, en conversación tranquila mientras cortaba las entradas en el cine de un museo. “¿¡Cómo no la vi antes!?”, es la pregunta leitmotiv de esta lista mía y que aplica acá mejor que nunca. Después de ver No abras nunca…, vi otras, muchas, igual de buenas de este mismo director.

El reñidero (René Mugica, 1965). La vi en una proyección en 16mm a cargo de Fernando Martín Peña en un espacio de exhibición trashumante que ya no existe más. Montaje, encuadre y actuación, algunas claves para seguir narrando con brío y emoción.

Invasión (Hugo Santiago, 1969). Durante mucho tiempo, solo había un maltrecho VHS en Liberarte. Después, llegué tarde a la función del Bafici. Tuve que esperar más de cinco años para encontrar otra proyección. La vi en la Sala Lugones y la última vez hace un año en una universidad en Porto.

Cartas napolitanas (Narcisa Hirsch, 1971). Proyección clandestina, un poco virada al rojo, en un living en el barrio de Congreso. Humor y buen provecho.

… (Puntos suspensivos) (Edgardo Cozarinsky, 1971). Un profesor de la universidad la refería como la mejor película del cine argentino. En ese momento no se conseguía por ningún lado. Y luego, Fernando Martín Peña lo hizo posible. No estaba en Buenos Aires cuando se dio aquella vez. Pero una noche conocí a Edgardo y le pregunté por la cuestión. Me dijo que tenía un DVD de la restauración y que su amiga Sylvia Molloy también quería verla. Hicimos una proyección en casa a la que mi novio de aquel momento trajo coquitos.

La pieza de Franz (Alberto Fischerman, 1973). La vi en un teatro a la italiana de decoración española hace relativamente poco. Fuimos con una amiga directora, escritora y actriz. Sigo recordando cómo el haz de luz de las zonas blancas subía y bajaba de la cabina a la pantalla desde la altura y lado que teníamos en el palco donde conseguimos entradas.

Juguetes (María Luisa Bemberg, 1978). La vi en copia digital con auriculares en una exposición de un museo en Estados Unidos sobre arte, política y género en Latinoamérica.

Cuerpos perdidos (Eduardo de Gregorio, 1990). Cineasta lunar; en eclipse constante; guionista de varios soles. Con esta película terminé de ver todos sus seis largos. Tardé más de 12 años en hacerlo. Antes de eso, murió en París a los 70 años.

Mbucuruyá, cuadros de la naturaleza (Jorge Acha, 1991). Un amigo portugués me escribe un día y me pregunta: “¿Conocés a Jorge Acha?”. Le dije que sí. Mentía, me costaba decirle que no.

Como justificativo a esta selección permítanme otra lista, la de las películas por las que me muerdo los dedos de no estar incluyendo dada la arbitrariedad de mi primera línea rectora. ¿Cómo armar una lista de películas argentinas que admiro y que me han acompañado tanto y no incluir una de Llinás (La flor), otra de Martel (La niña santa), ¡Torre Nilsson! (La caída), FAVIO (Juan Moreira) o Antin, que como pocxs incidió en tantas generaciones del cine argentino (Los venerables todos, que pude ver también gracias a F. M. Peña), Fre-go-ne-se (Apenas un delincuente), Federico León (Todo juntos), Rejtman (Rapado, Silvia Prieto), Celina Murga (Ana y los otros), Rafael Filippelli (Una actriz), Eloísa Solaas (Las facultades), Sebastián Lingiardi (Sip’ohi, el lugar del manduré), y mis amigos-hermanos Alejo Moguillansky (Castro) y Alejo Franzetti (Panke)? ¡Demasiadas omisiones! ¡Indignación! ¿Alguien pensó en auto-votarse?… En fin, hay que cerrar listas de una vez, y así, ayer por la noche, hablando con una amiga cordobesa, chequeando los últimos detalles de nuestras tachonadas listas, me dice: “¿Y Eva Landeck?”.