Suelo ser reacia a armar listas y elegir los mejores ejemplares de cualquier tipo, tal vez por la inevitable sensación de injusticia, aunque más posiblemente por la obligación de decidir. Esta selección pretende cierta representatividad, aunque finalmente el gusto personal se impone.
Del período clásico, elijo Así es la vida no solo por la importancia que tuvo en la primera década del sonoro, sino porque condensa formas culturales y simbólicas que tienen efectos aún en la actualidad. Carmen es una comedia extraordinaria y fuera de toda norma por varios motivos: la actuación de Niní Marshall como aquella famosa cigarrera –en vez de encarnar a uno de sus típicos personajes–, la parodia de una ópera que acaba de forma trágica y el hecho de ser una “superproducción” histórica, una hazaña no repetida para películas cómicas. El retrato es un filme delicioso, con Mirtha Legrand como protagonista, y además es un gran ejemplo de la forma que la comedia sofisticada tuvo en nuestro país. Las aguas bajan turbias podría considerarse una reescritura de Prisioneros de la tierra (Mario Soffici, 1939). Una epopeya dramática en tiempos de peronismo, dirigida por uno de los mejores. Elijo Rosaura a las 10 como película de clivaje entre el cine clásico y el moderno, que retoma los géneros tradicionales y los pone en jaque a través de la escritura personal de don Mario.
Favio aparece sobrerrepresentado, es cierto. Pero es que ahí no puedo elegir. El romance… me parece de una ternura y dolor infinitos. Nazareno… marcó a fuego toda una época, puesto que sintetizó la visión personalísima de su director, reuniendo la cultura popular y la masiva con el lenguaje cinematográfico moderno, tamizados a través de su sensibilidad social.
La hora de los hornos tiene un lugar clave en la historia del cine no solo argentino, sino mundial. La odisea que llevaron adelante sus realizadores para filmarla, exhibirla y darla a conocer en el extranjero durante la dictadura de Onganía es difícil de imaginar hoy en día. A su vez, el filme se volvió referencia para el campo de estudios sobre el documental por sus cualidades formales.
De María Luisa Bemberg, impulsora de la presencia de las mujeres en el campo audiovisual y de la construcción de una mirada feminista en el cine nacional, opto por De eso no se habla, una película con una mirada queer, que invita a ser quien uno desee. Además, incluye la colaboración de Marcello Mastroianni, simbolizando en él una intensa conexión entre el cine argentino y el italiano.
Por último, Nueve reinas apareció como una posibilidad viable en términos industriales tras los tormentosos años noventa y logró capturar el ánimo social de una manera que, al día de hoy, me sigue impresionando.