Por orden cronológico:

Aquello que amamos (Leopoldo Torres Ríos, 1959) Es tal vez la primera gran demostración de que el cine argentino podía plantear un realismo adulto, sin gravedad ni pesadez, pero dando un lugar a la ambigüedad y la sugerencia. Lautaro Murúa es el más grande actor de la historia del cine argentino.

El romance del Aniceto y la Francisca (Leonardo Favio, 1966) Mi preferida de Favio. La más finamente poética, la más virtuosa en la puesta en escena, la que menos cede a los excesos expresionistas. Un clásico triángulo amoroso, pero con un estilo de tragedia distanciada que la hace única.

Breve cielo (David José Kohon, 1969) Lo que más me gusta de esta película es su belleza discreta, su distancia emocional justa. Una película sin efectos, sin énfasis, que parece narrada sin esfuerzo. Por eso fluye y enamora.

Invasión (Hugo Santiago, 1969) Es imposible no incluirla. No hay película más virtuosa en toda la historia del cine argentino, nadie creó nunca imágenes más poderosas por estas tierras. Tal vez sea la primera película argentina realmente moderna.

Single, un ejercicio incompleto (Alberto Yaccelini, 1970) Una obra maestra de solo 14 minutos. En tan poco tiempo logra ser, a la vez, un retrato perfecto del remero Alberto Demiddi y una reflexión sobre los límites de la representación documental.

Campos bañados de azul (Silvestre Byrón, 1971) Claudio Caldini ha definido el estilo de Byron como “minimalismo narrativo sentimental”. Es cine experimental, pero que parte de lo cotidiano, de una realidad muy concreta, y llega a lo poético con recursos a la vez simples y sofisticados. Tiene, tal vez, la primera escena de cama gay de la historia del cine argentino.

Tiempo de revancha (Adolfo Aristarain, 1981) A pesar de que siempre se la leyó como alegoría, yo la veo como un retrato directo y franco de un momento histórico de la Argentina. No hay símbolos sino acciones y hechos que se narran con una precisión asombrosa.

Gombrowicz, o la seducción (Representado por sus discípulos) (Alberto Fischerman, 1986) Una película hecha en los márgenes, a contramano del cine argentino de los 80. Se anima a la deriva absoluta, pero al mismo tiempo sugiere la idea de un control absoluto de los materiales por parte de Fischerman.

Juan, como si nada hubiera sucedido” (Carlos Echeverría, 1987) Se han hecho muchas películas sobre la dictadura. Pero esta es la mejor. El dispositivo narrativo es perfecto, pero lo que más impacta es la sensación de documento, de estar filmando el presente y las huellas del pasado en el presente.

La libertad (Lisandro Alonso, 2001) La película más importante del Nuevo Cine Argentino. Alonso extrema una forma de realismo objetivista para retratar el día de un hachero y el resultado, paradójicamente, termina siendo hipnótico. Construye un objeto indescifrable y abstracto a partir de un material que parecía ofrecer solo el camino del costumbrismo. Es un milagro.