La selección intentó incluir la mayor cantidad posible de géneros y subgéneros. De ninguna manera me permití repetir directores. Me quedó vacía la década del 60. Estoy en deuda pero no tanto.

10) El retrato (Carlos Schlieper, 1947)
Un mojón en la ruta de las comedias elegantes de la época de oro. A la simpática opulencia recurrente del género, se le suma una dualidad identitaria en clave fantástica que pone en jaque a las estructuras que resguardan los roles conservadores de la mujer. Más en favor de su modernismo: se adelanta quince o veinte años al insoportable auge del psicoanálisis en el país y lo cachetea un poquito.

9) Los muchachos de antes no usaban arsénico (José Martínez Suárez, 1976)
Estrenada menos de un mes después del último golpe, esta obra maestra del humor corrosivo condensa en una atmósfera bucólica los aspectos lúgubres de una amistad masculina que declara la guerra de los sexos con una tortura psicológica de primer nivel. Que los apropiadores que esconden su mugre fingiendo remanso sean justamente tres, cual cúpula militar, es una alegoría casual. Pero horrorosamente bella.

8) Apenas un delicuente (Hugo Fregonese, 1949)
Una Buenos Aires netamente protagonista (que hasta entonces sólo había sido estampada en los opus arrabaleros de José Agustín Ferreyra) y brutalmente sumergida en el vértigo de su cinismo. Historia descarnada sobre el hombre menos como sujeto laboral que como objeto. Increíble destreza del director para plasmar escenas de acción que están a la par del mejor noir norteamericano. Después de filmar esta belleza, Fregonese volvió a Hollywood. Con razón.

7) Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000)
Walkmovie microcentrista con masterclass acerca de cómo manipular candorosamente al espectador. Entretenimiento absoluto dedicado al ciudadano de a pie que con Caetano, Stagnaro y Trapero ya había comenzado a romper la solemnidad ochentanoventista. Primer Darín por fin realmente fuera de Darín. Los “perfect shot” del 2001 final antes de 2001 componen el gran cuadro renacentista del cine argentino de los últimos 25 años.

6) Las aguas bajan turbias (Hugo del Carril, 1952)
Monumental épica del hombre contra la naturaleza y contra el hombre. Mientras navega en un río lleno de víctimas que se pudren, Hugo canta y es un Gardel triste pero auténtico, sin gomina y sin maquillajes. La salida al sur es la utopía que años después obsesionó a Pino. En el infierno verde, un ícono peronista se pone al frente de un relato guionado por un anarquista y basado en la novela de un comunista. Más que nunca, la unión hace la fuerza.

5) Rosaura a las diez (Mario Soffici, 1958)
A Marco Denevi se le ocurrió escribir un novelón y Soffici tuvo la más que cordial idea de adaptarla al pie de la letra. El hermoso divague de géneros pasa por el sainete costumbrista y el melodramón de divas encerradas hasta llegar a una pulsión hitchcockeana perturbadora. El maridaje pasa bárbaro. Multiplicidad de puntos de vista que mejora a Rashomon. ¿Susana Campos es nuestra Marilyn? La pregunta sobra.

4) Los isleros (Lucas Demare, 1951)
La pintura social de Demare es aún más pregnante en emoción en este clásico que en sus tanques de épica patriótica. Notable experiencia de neorrealismo nacional y popular para todos y todas. Tita Merello muta por primera vez de arrabalera melancólica a carancha tenebrosa y salvaje y el resultado es su consagración como actriz total. ¿Tita es nuestra Anna Magnani? Otra pregunta que sobra.

3) Si muero antes de despertar (Carlos Hugo Christenser, 1952)
Terror onírico infantil con tintes policiales que supera cualquier adaptación perversa de los hermanos Grimm. Miedos y traumas de los primeros años escritos por un Stephen King que invade a Alejandro Casona. La ley, el orden y el deseo, perfectamente delimitados. Néstor Zavarce es el pibe que mejor actúa en una época en que la actuación de los pibes en el cine argentino daban ganas de cortarse la venas con un tenedor.

2) Gatica, el mono (Leonardo Favio, 1993)
Cuento, leyenda y fábula animal de encanto político; todo junto. El universo mítico y la contingencia histórica viajan 180 grados y van desde el abrazo que consuela al Ruso niño hasta el abrazo que consuela al Mono niño del 56. Tanguera de Mores y los besitos de José en el ring emocionan a una planta de perejil, a un muñeco de goma, a un canto rodado. Sangre que ha vertido el corazón al evocarte.

1) Tiempo de revancha (Adolfo Aristarain, 1981)
David se mete en una de las 42 empresas líderes de Goliat para integrarse al sistema y luchar luego por no desintegrarse en él. Sale Videla, entra Viola y en el medio Aries Cinematográfica mete un Falcon con un muerto adentro porque asumir riesgos no es tarea para gente que abunde en figuras retóricas. Lucha de aquel Aristarain que no subraya contra el cine sobre dictadura que habla de dictadura. Y habla. Y habla.