Listar películas es una actividad extraña, compleja, disfrutable. En las últimas semanas repasé producciones, visité algunas que aún me quedaban por ver, comparé, disfruté. También pensé en las listas y su utilidad, su fin: ¿confirman lo que ya suponemos? ¿Son capaces de conformar nuevas narrativas? En 2019, el sitio Another Gaze publicó un texto-manifiesto en contra de las listas, en el momento en que estas abundan: diciembre. Si bien aquí no se nos convoca para seleccionar las mejores películas del año, hay acciones en común. Listar, al fin y al cabo, implica seleccionar. Seleccionar significa dejar por fuera. Lo que queda por dentro es lo que vale. Por ejemplo, es casi imposible no mencionar Invasión en una lista que considere las diez mejores. Y si pienso en Invasión, se viene a mi mente La flor, sobre todo si, más bien, tenemos que hablar de nuestras favoritas. Títulos que, más que menos, resultan obvios, esos que tienen que estar. Cuando estaba seleccionando, pensé en un binomio peculiar: Crónica de un niño solo y Lluvia de jaulas. Que no se lea forzado el título de González en esa dupla: a mi parecer, Lluvia de Jaulas está a la altura de producciones de grandes directores (sin ir más lejos Favio) que narran como pocos los relatos de la marginalidad, quizás porque justamente habitaron sus entrañas. Tire dié (1960) de Fernando Birri resuena como un eco entre ambas películas –primer bonus track–. Como todas las listas son subjetivas y pensadas desde el punto de vista de quien elige, quiero ligar las narrativas de la periferia con las narrativas de la liberación: La hora de los hornos (1973). Lo que me lleva inmediatamente a la denuncia y levantamiento sindical de los trabajadores del yerbatal del Alto Paraná en Las aguas bajan turbias, y este título va a ir como segundo bonus track, sino, no voy a llegar al número requerido. Cosa difícil esto de hacer listas de películas. Estoy releyendo y hasta aquí, ya ocupé lo que mi lista “debe” respetar como paridad de género. Y si bien la paridad no implica necesariamente perspectiva de género, considero que no podemos seguir generando listados donde abunden directores hombres, ni personas blancas de clase media (alta). Aunque eso no signifique, necesariamente, remover el fondo de la cuestión. No puede faltar Bemberg. Voy a elegir El mundo de la mujer cortometraje que marca el inicio del cine feminista militante en Argentina. Curioso que el nacimiento de la primer agrupación feminista argentina nombrada a sí misma como tal, la UFA, esté intrínsecamente ligado al mundo audiovisual, con la figura de Bemberg a la cabeza y sus primeros pasos como directora con el corto mencionado. Señora de nadie (1982) es magnífica, pero prefiero reivindicar algunas de las producciones más escondidas en su filmografía –tercer bonus track–. ¿Generar nuevas listas implica ampliar el canon? ¿Es necesario generar uno nuevo? Pienso en todo esto mientras escribo La Ciénaga, a la cual decido incluir porque es lisa y llanamente la mejor película de todos los tiempos (aunque tal vez sea mejor decir que es mi favorita de todos los tiempos). Por los mismos años, se realizó Los Rubios. Incluyo particularmente este largometraje de Carri porque –además de ser un film que dentro del llamado Nuevo Cine Argentino propuso una disruptiva forma de narrar las temáticas de la memoria abordando las difusas fronteras entre ficción y documental– para mí fue una película formativa; con ella aprendí que se puede ver, analizar y entender el cine de otra manera. Y como me gustan mucho los largometrajes de no ficción, voy a elegir otro, El silencio es un cuerpo que cae porque realiza una mirada crítica sobre un cronotopo comúnmente idealizado (la politización de las agrupaciones en la década del 60 y 70) y porque tiene la grandeza que solo pocas películas alcanzan: ser renovadora a nivel formal, y a la vez llegar a un público amplio, traspasando la circulación endogámica de la cual a veces pecan ciertos nichos cinéfilos. Algo que comparte también, y yendo hacia la ficción, con Ana Katz. Específicamente con su más reciente película: El Perro que no calla (2021), largometraje que, más allá de las obvias similitudes por el blanco y negro, lo pienso muy cercano a Mundo Grúa, quizá por el acercamiento amoroso y genuino que hacen con sus respectivos protagonistas, retratando así a una clase media venida a menos que, sin embargo, no deja de remarla. Me permití algunos bonus track –una última licencia: Pajarito Gómez inevitable mencionarla, ¡con ese final que se impregna en la retina de cualquier espectador o espectadora! – y aunque terminé la prosa/lista, tengo más preguntas que respuestas. ¿Por qué no agregar a Tatiana Mazú González, que realiza un tratamiento radical y político del uso del archivo? ¿Qué sucede con los núcleos temáticos de la comunidad lgbtiq+ narrados a través de la destreza formal de Clarisa Navas? ¿Cuál de toda la prolífica filmografía de Raúl Perrone sería la más acertada para integrar esta lista? ¿No es acaso de la misma escuela, Martin Farina, que con El Fulgor (2021) da cuenta de su capacidad como cineasta? Es difícil abordar el presente, todavía no compramos el diario del lunes que viene, sin embargo, esas son algunas de las insistencias que vienen machacando mi cabeza últimamente. ¿Que una lista tenga paridad de género, realmente significa cambiar las cosas? ¿No deberíamos más bien preguntarnos si hacer listas es realmente la mejor opción? No puedo dejar de pensar en todas las producciones que no mencioné, las que no vi, esas que no llegaron, todas las que faltan. Porque sabemos que el canon forma parte de una tradición selectiva, para nada accidental, que se constituyó históricamente bajo la legitimación de un sujeto masculino/ blanco/hetero/europeo/occidental, y en su formación inciden dispositivos de control de la mirada. La paradoja adentro-afuera continúa repitiendo lógicas binarias. Desear cambiar esa lógica también es un reclamo ciudadano: queremos poder pensar nuevas educaciones sensibles y estéticas. Vuelvo a la encerrona del principio: quizás la mejor respuesta sea abolir el canon, un ejercicio utópico, pero a mi entender, necesario. Hacer listas, aunque implique llenarse de contradicciones. Hacerlas, leerlas, mirarlas, pensar en todos aquellos títulos que quedaron por fuera. Una vez realizadas estar dispuestxs a empezar de nuevo. Y quemarlas. Último –de verdad– bonus track: Las Furias.