Siempre recuerdo un fragmento de un texto de Abel Posadas -uno de los pocos tipos de los que se puede decir que realmente sabe de cine argentino- en el libro Cine argentino – La otra historia (1993): “Esta tarea se emprende después de cuarenta años de ver películas argentinas, de escuchar bandas sonoras grabadas de films cuyas copias ya no existen, de meditar sobre las causas y consecuencias de lo que no fue”.
Cualquier proyecto vinculado al cine argentino arranca con una falta: la enorme cantidad de películas que hoy se consideran perdidas, por la ausencia de una política estatal que se encargue de resguardar nuestro acervo audiovisual. Y también con una dificultad: la imposibilidad de acceder a muchos de esos films en condiciones adecuadas. ¿Qué puedo decir de Destinos (1929), de Edmo Cominetti, probablemente la película silente más importante de las que sobreviven, que vi hace años en una copia horrible tomada de alguna transmisión brasileña y sin banda sonora? ¿Cómo puedo evaluar Si muero antes de despertar (1952), de Carlos Hugo Christensen, si la versión disponible en Cine.ar es por momentos tan oscura que no se entiende qué está pasando?
Hay también en este tipo de iniciativas una tensión entre el gusto personal y alguna pretensión de objetividad que me resulta difícil resolver. Mi película favorita de Adolfo Aristarain, a la que vuelvo con más frecuencia, es La parte del león (1978), pero me parece imposible subestimar la importancia de Tiempo de revancha (1981). En el sentido contrario, creo que la mejor película de Lucrecia Martel es La mujer sin cabeza (2008), ¿pero cómo puedo ignorar el impacto que me causó ver el estreno de La Ciénaga (2001) en el cine?
Esta lista -ordenada cronológicamente- conjuga entonces un poco de todo esto: gustos personales con títulos que seguramente esta encuesta ratificará como canónicos. La única regla que decidí seguir es elegir una sola película por director.