Agustín Durruty

Crítico
Nació en Buenos Aires en 1989. Estudió Artes Audiovisuales con orientación en Guión en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). En la actualidad, trabaja en su Tesis de Licenciatura, en la que investiga la transición entre clasicismo y modernidad en el cine argentino de fines de los años cincuenta. Forma parte del equipo editorial de Taipei / Crítica de cine.

La selección fue hecha a partir de un intento de equilibrio entre dos criterios: relevancia general y gusto personal, aunque uno u otro tengan más peso según el caso.

1. Rosaura a las 10: Acaso sea la que más concentra todos los dilemas que atravesaba el cine argentino en una etapa de transiciones complejas, entre la caída del sistema de estudios y la emergencia de la modernidad, en un relato fragmentado cuya variación de puntos de vista y multiplicidad estilística atraviesa las capas de una historia caleidoscópica que se va reescribiendo a medida que se narra. Las tensiones entre el impulso ficcional y el realista, la materialización de la fantasía y su desengaño amargo: esta serie de dualidades hacen a una narración compleja que, en su final circular, procura mantener sus principales interrogantes.

2. Paula cautiva: Si elijo un drama nilssoniano (patente en la colaboración de Beatriz Guido, aunque con un estilo ciertamente más austero) en lugar de películas como Graciela o La casa del ángel, es porque Paula cautiva retoma el impulso referencial de El jefe, y todo ese fuera de campo tenebroso de las películas de Torre Nilsson cobra formas tan concretas como las noticias que se filtran en cada escena a través del televisor. Una serie de simulaciones encubren la decadencia, y un estremecedor simulacro final termina de exponerla.

3. Prisioneros de la tierra: Otra obra maestra de Soffici, gran emblema de la tradición del drama social rural, junto a Las aguas bajan turbias. Áspera y lírica, con un villano trágico y una de las escenas de redención y justicia poética más icónicas del cine argentino.

4. Nazareno Cruz y el lobo: A diferencia de su trilogía inicial, Favio se zambulle en su cine del sentimiento, con el arraigo popular tan característico de sus películas de los 70. Una exaltación de pasiones en la que, contra todo “buen gusto”, Favio encuentra una culminación formal y emocional, en el terreno que mejor le sienta. Una modesta fábula narrada con total desmesura.

5. La hora de los hornos: A la vez monumental y subversiva, un gran fresco de la Argentina y faro ineludible de la vanguardia política, que aún mantiene vigor y ferocidad. Con ella irrumpe también una tradición formalista hasta entonces poco cultivada. El plano final de la primera parte, que encierra la épica y la tragedia, es uno de los hitos de la historia del cine argentino, y resuena en otro plano final tan icónico como el de Juan, como si nada hubiera sucedido; entre ambos, el apogeo y la conclusión de un ciclo histórico turbulento.

6. Alianza para el progreso: Un cine subterráneo que nunca deja de sentirse como revelación, mucho más subversivo en términos estéticos que el cine de la Generación del 60 —que mayor descendencia ha dejado— y que recuperar la sátira social de El negoción, La herencia, Pajarito Gómez o Ufa con el sexo, ya en consonancia con el cine de radicalización política.

7. Los inundados: A contramano del efecto de shock de Tire dié, Birri hace una comedia por momentos grotesca, por momentos satírica, a partir de lo que podría ser un drama social de denuncia. Configurando un punto de vista novedoso, un vínculo afectivo con el universo que representa, Birri hacía envejecer inmediatamente todo un cine que se pretendía realista, marcando la diferencia entre dos décadas, dos generaciones, dos modos de entender el cine, en contraste también a la explotación miserabilista que con el tiempo se fue constituyendo como mandato para los cines periféricos.

8. La valija: Hay muchas otras que podrían ocupar el lugar de esta película en esta selección, pero ninguna la sentiría tan cercana como esta película de Carreras protagonizada por Malvina Pastorino y por el entrañable Luis Sandrini, en un drama bastante singular dentro de su carrera. Aun con su polémico doble final, la historia de estos personajes corrientes con vidas ordinarias, cuya crisis matrimonial remueve los cimientos de la ficción que los sostiene y ahoga día a día, da muestra de una interesante intersección entre el cine popular-masivo y el de “calidad”.

9. Así es la vida: Un drama familiar que es también nacional, y que funda un arco que podría ir hasta El hijo de la novia, pasando por películas como La casa grande o Made in Argentina: la épica familiar que parece acoger y convocar al país entero. Película, a su vez, transicional, que da cierta clausura al cine criollista y anticipa la comedia blanca (incluso con algún atisbo de la casa caída en penumbras de Torre Nilsson).

10. La ciénaga: Con una pulsión narrativa que se fue depurando y diluyendo en su cine posterior, La ciénaga es la gran película de Martel y del Nuevo Cine Argentino: las tensiones de clase en el seno del hogar, un verano asfixiante acompañado del efecto narcótico del alcohol, el deseo latente y la muerte acechante. Una narración dinámica del estancamiento, que ha dejado mucha descendencia, aunque en la mayoría de los casos se haya vuelto víctima de esa parálisis.”