Nací en Argentina, pero mis padres se tuvieron que exiliar en Venezuela. Debido a esto, mi acceso al cine argentino dependió de las retrospectivas que se hicieran en la Cinemateca Nacional de ese país o en los ciclos de cine de la Sala Margot Benacerraf del Ateneo de Caracas, que es el equivalente a decir la Sala Lugones del Complejo Teatral San Martín de la ciudad de Buenos Aires. Por eso esta lista, más que ser el resultado de un estudio concienzudo de la historia del cine argentino, habla en realidad de mi relación con Argentina desde el exilio, a través de su cine. Dejo afuera clásicos imprescindibles de los que me hablaba mi madre cuando era niña y que nunca pude ver como Las aguas bajan turbias, La Patagonia rebelde, La guerra gaucha, La tregua y un montón más. Dejo afuera también al cine documental, otra falta imperdonable de mi parte, pero la realidad es que tuve muy poco acceso a este género, salvo clásicos como La hora de los hornos que estudié cuando asistí a la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. También dejo afuera cortos, cine experimental, cine de género, etc., etc., etc. En definitiva, esta lista es sesgada e incompleta y no estoy segura de que dé cuenta de lo mejor de la cinematografía argentina.